El síndrome de
inmunodeficiencia adquirida, conocido por su acrónimo sida, es
el conjunto de enfermedades de muy diverso tipo (generalmente, procesos
infecciosos o tumorales) que resultan de la infección por el virus de
la inmunodeficiencia humana (VIH). El uso de medicamentos combinados
puede controlar la replicación del virus y fortalecer el sistema inmunitario; la consecuencia es que la
infección se convierte en crónica y no deriva en sida, algo que, en su evolución
natural y en la mayoría de los pacientes, ocurriría en promedio a los diez años
del contagio, y se produciría la muerte en un periodo de tres a cinco años.
La infección por VIH que produce en
sus estados avanzados el sida se adquiere a través del intercambio de fluidos
como la sangre,
el semen, la mucosa vaginal y la mucosa anal. Otros fluidos como las lágrimas y la saliva contienen el virus
en menores cantidades, de manera que la probabilidad de adquirir el VIH a
través de ellos es prácticamente nula. Las formas más frecuentes de contraer el
VIH son: las relaciones sexuales sin condón, el
uso de jeringas y
de otros instrumentos punzo cortantes infectados, la transfusión de sangre o de productos derivados de la sangre
contaminados con el virus y la transmisión por vía peri-natal de una madre a su
hijo durante el parto o
al amamantarlo.
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